Por: Javier Fuentes
La amistad es una
de las experiencias más profundas y transformadoras del ser humano. Desde
tiempos inmemoriales, ha sido objeto de estudio de filósofos, psicólogos y
narrativas de poetas, quienes han tratado de desentrañar sus misterios.
Sin embargo, así
como nace y se fortalece, también puede erosionarse y perderse.
La ruptura de una
amistad no es solo un suceso interpersonal, sino también un fenómeno con
implicaciones psicológicas, sociales y, en muchas ocasiones políticas.
Alma y amistad, relación vulnerable
Aristóteles, en
su Ética Nicomáquea, definió la amistad como un vínculo basado en “el bien, el
placer o la utilidad”. La más alta de estas es la amistad virtuosa, aquella que
se fundamenta en “el deseo del bien mutuo” y en una conexión profunda entre las
almas.
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Lic. Javier Fuentes |
Incluso este tipo
de amistad no es inmune a la fractura. La traición, la distancia, el
resentimiento o el desencuentro de valores que pueden ser elementos
determinantes en su disolución.
Sigmund Freud, en
sus estudios sobre la psique, sostuvo que “las relaciones humanas están
atravesadas por conflictos inconscientes”.
En la amistad,
muchas veces depositamos expectativas, idealizamos al otro o proyectamos en él
nuestras propias inseguridades. Cuando estas dinámicas entran en crisis, la
relación se resquebraja, dejando un vacío emocional difícil de llenar.
Nos bastaría con
analizar la relación de Judas y Jesucristo.
La traición –
enemistad – de Judas a Jesús puede analizarse desde la psicología como un caso
de disonancia cognitiva y conflicto de lealtades.
Judas, atrapado
entre sus expectativas mesiánicas y la realidad de Jesús, pudo haber
racionalizado su traición como una necesidad.
Carl Jung, por su
parte, hablaba de la “sombra”, ese aspecto oculto de nuestra personalidad que a
menudo se refleja en los demás.
En las amistades,
la sombra puede manifestarse cuando nos enfrentamos a partes de nosotros mismos
que preferimos no ver.
Un amigo puede
ser el espejo de nuestras contradicciones, y cuando no estamos preparados para
aceptarlas, la relación se deteriora.
Lo político en la pérdida de amistad
La política,
entendida no solo como la lucha por el poder, sino como la configuración de
valores y visiones del mundo, ha sido históricamente una de las principales
causas de rupturas entre amigos.
En “El Príncipe”,
Maquiavelo plantea que las relaciones, incluidas las amistades, a menudo están
condicionadas por los intereses y el poder.
Según él, “los
vínculos personales tienden a ser efímeros cuando no existen beneficios mutuos.
En política, las amistades rara vez se sostienen por afecto genuino; más bien,
están impulsadas por la conveniencia”.
Montaigne decía
que la amistad era “un alma en dos cuerpos”, pero ¿qué sucede cuando esas almas
comienzan a marchar en direcciones opuestas?
Hannah Arendt, en
La condición humana, argumentaba que “la política es el espacio donde los
individuos revelan su identidad”.
Cuando dos amigos
descubren que sus visiones del mundo son irreconciliables, el vínculo puede
debilitarse. Esto se hace más evidente en sociedades polarizadas, donde las
ideologías adquieren un peso emocional que trasciende lo racional.
En tiempos de
crisis social y política, muchas amistades han sido destruidas por diferencias
ideológicas. Desde la Revolución Francesa hasta las tensiones contemporáneas,
la revolución bolchevique, el nazismo, etc…
“La amistad en
política, según Maquiavelo, rara vez se basa en afecto genuino, sino en
conveniencia. ‘Los hombres olvidan con mayor rapidez la muerte de su padre que
la pérdida de su patrimonio.’ Cuando los intereses dejan de coincidir, la
lealtad se convierte en una moneda de cambio y las traiciones emergen como una
consecuencia natural del pragmatismo político.”
La historia está
plagada de ejemplos de amigos que se convirtieron en enemigos debido a sus posturas
políticas.
En el caso
dominicano tenemos los ejemplos más importantes: Balaguer-Augusto Lora, y luego
Balaguer con Álvarez Bogart y Gómez Berges.
El profesor Juan
Bosch- Jiménez Grullon, Peña Gómez-Bosch. Mas tarde Peña Gómez-Antonio Guzmán.
Guzmán-Salvador y este con Jacobo Majluta y Jacobo-Peña Gómez.
Es cómo vivir ese
ciclo de partido en partido y ver a Bosch enemigo de Toñito Abreu, de Vicente Bengoa,
de Bosco Guerrero, de Rafael Alburquerque.
Y más recientes;
Miguel Vargas-Hipólito Mejía, Hatuey-Hipólito.